jueves, 22 de septiembre de 2011

EN ESTE PAÍS LA CULTURA ES ALGO PARA UNOS POCOS



Varias sillas,  mesas redondas y brillantes dejaban a la imaginación  del espectador todo tipo de pensamiento frente a lo que sería un verdadero cabaret nocturno reflejando a la vez el escenario completo del show  que mostraría Casa Ensamble, Martini blues cabaret.

La gente comienza a llegar, pero  a medida que se van sentando uno por uno, noto  que son muy  pocos los jóvenes que asisten a esta obra musical; Comienzo a pensar  que  la falta de espectador se da porque era un dia entre semana, o, por que en nuestra sociedad, la cultura le llega a unos pocos, y algunos  simplemente prefieran ver Germán es el man que escuchar música de los años cuarenta durante dos horas y media.

Pero la lucha  de estos artistas por dar todo en un teatro vacío no fue para excusa para que las luces de color rojo se fusionaran con el escenario haciendo sentir al espectador  que más que estar en  una casa viendo una obra de teatro, se encuentra en una travesía de ritmos, arter,  música, danza y canción.

El centro del escenario comienza a tener vida propia, parece una pista en donde la mezcla   de armonía, con estilo,  aumenta cada vez más, es  como un  imán buscando la atracción del metal entre más complejo más atracción. Todo esto es  gracias al grupo musical que  más  que  acompañantes  son los verdaderos  protagonistas   del show. El escenario  se inyecta de pasión  por la música que reflejan estos hombres al  tocar, al coger el instrumento y convertirlo en su confidente, en su novia, en su amante, de cogerla con suavidad  y hacerla suya  por mucho tiempo. Los ojos de muchos de los espectadores reflejaban  que querían sacar a su pareja y moverse como una hoja en verano.

La música suena una tras otra, la calma se estaba aproximando, y el  volumen de cada una de las notas emitidas   comienza a bajar su sensación, pero así como había calma aparece de la nada  la fuerza de una  glamurosa y misteriosa mujer , percatándonos de ella  cuando se aproxima  en la culminación de unas grandes y largas escaleras, esta mujer nos recibe con un repertorio  que nos transporta a lo que suponíamos que eran los años cuarenta con  y  con su segura y fuerte voz nos dice ¡Señoras y señores bienvenidos  a Martin blues cabaret!. .

El misterio se sigue apoderando de todo el lugar, imagino que algunos esperaban la actuación de Natalia Bedoya, otros esperaban escuchar este género musical que no es concurrido por las calles capitalinas y algunos porque se habían ganado entradas para entrar  a esta obra musical

Esta mujer glamurosa  acaba su momento de fama  y sube las escaleras  llevándonos a un espectáculo que no sabríamos sin tendría  fin, los espectadores sabían  que el entretenimiento no acababa en tampoco  tiempo, y es cuando  de  la  nada se oye una suave voz, una voz que pone la piel de gallina; este vozarrón  sale de una puerta  escondida  que no  es vista por muchos, una voz  que no para y sigue  cantando y es  ahí cuando las venas del cuello se brotan como si estuviera inyectada de una droga de fuerza que mata a la gente. Mi oído se inyecta de esta droga cuando escucho una canción Frank Sinatra interpretada por  Natalia Bedoya.

Se ve la facilidad que ella tiene al seguir con la misma  entonación  sin perder la voz, sin respiro alguna cuando sube y baja las escaleras del cabaret,  igual hace su majestuoso esfuerzo para que se vea la preparación intacta no solo en el escenario musical sino  en su    actuación  como  cantante.

 Mi compañero de  mesa, una hombre aproximadamente de 45 o 50 años  edad no deja de asombrarse  con la voz de esta mujer envolviéndolo  en una remolino que lo conduciría a un clímax personal,
, ve que lo estoy observando, me mira y mira las alitas de pollo que estaba comiendo, vuelve y me mira a los ojos  diciéndome ¡esto me llego al corazón!. Mi impresión no se hizo esperar, pensaba que  los hombres que iban era por ver a esta joven cantante- actriz moverse como una serpiente de un lado a otro pero me equivoque, volví a ver todo el escenario  y fue ahí donde sentí  que la gente que iba como espectadora  iban por que le gustaba verdaderamente este show. Sigo observando y me percato de que las personas que  estaban en mi mesa  al igual que la persona que me acompaño estaban hipnotizadas con esta obra, parecían  perros guardianes en donde  el perro mayor les daba la orden de no perderlo de vista y ellos lo hacían con la única diferencia que  cuando se manipula a una manada no importa la edad, y en ese caso aunque no importa la edad, se notaba que  los jóvenes no gustan por este género musical.

Cambio de luces. Cambio de música. El tango comienza ahora su show, pero antes de eso el jazz sigue en su mayor esplendor, baja una mujer  acróbata en tela y  se desliza hasta llegar a la pista central,  sus movimientos  y su cuerpo  escultural comienza a deslizarse por algunas mesas haciendo sentir  a algunos hombres parte de un verdadero cabaret. Todos estaban emocionados por esta mujer, pero yo quería saber verdaderamente que se sentía el tener  la pasión por este  género musical, me concentro en la música y veo al grupo tocar, cierro mis ojos  y comienzo mi propio sueño, en donde su atracción central estaba dado por la escucha de cada una de las notas que emitía esta banda, afino mi oído  y me dispongo a no pensar sino a sentir  por mis poros  esta suave música.

El tango  no se hizo esperar,  y como su tema  principal era el amor, la mezcla entre los dos cuerpos y armonía mostraban la atracción y la suavidad con que se debe bailar este tipo de música, la suavidad que se debe tener para no dejar perder  el hilo  de la pareja ni de la melodía, ni muchos menos  perderse sino que envolverse en pasos fino  y complicados llevándolo a un sueño que se esfumaría en cualquier momento.

No quería que se esfumara ese momento ya que sentía  en mis venas ese gusto por ese tipo de música, no quería cerrar mis ojos pero me quería ver en esa mujer, quería verme  bailando tango, bailar al compas y estilo de Carlos Gardel, quería verme bailando con el ser que me envuelve no solo  en atracción sino que me envuelve con sus manos y me lleva al compas de la música.

Pero es ahí cuando  se quiebran mis ojos, cuando todos en el escenario hacen un repertorio, siento que dos horas y media  se pasaron velozmente, y es ahí cuando entendí la mirada  de cada uno de los espectadores por no perder de vista cada momento y plano de lo que sucedía.

Se acercan al escenario cada una de las personas que tuvieron algún papel en la obra  y es ahí cuando  el publico entendió que se acabo por completo, que no habría más música, que no habría más vozarrón, que no habría más show de amor en donde la  mujer se convertía en muñeca y el hombre la perdía, que no habrían mas  canciones de 
Frank Sinatra o Ella Fitzgerald.

Y comprendo que el tiempo de espera  no fue en vano  y las felicitaciones no se hicieron esperar pero fue así  como cada uno de los aplausos  que se sentía se iban agotando y se iban perdiendo escuchando el agotamiento de la manos por seguir profesando felicitaciones, se podía ver  el cansancio  de cada uno de los protagonistas, pero ellos lo disimulaban  ya que profesaban la satisfacción de haber realizado  de nuevo el mismo show con el mismo profesionalismo.

Se cogen de la mano y hacen la reverencia, vuelven y miran al público pero deberíamos ser nosotros los encargados que hacer una reverencia ya que gracias a ellos  estamos recordando música que  se ha perdido y se ha esfumado. La gente se levanta y comienza a salir por esa escalera que nos mostraron en un principio  que seguiría la obra y que no tendría fin. 

3 comentarios:

  1. También recuerda la importancia del título, este no es muy atractivo

    ResponderEliminar
  2. Recuerda, no hay necesidad de anticipar lo que uno va a pensar: "entonces pensé", y también recuerda que lo importante es mostrar a ese personaje glamuroso, no sólo a partir del adjetivo sino a través de la crónica, haciendo uso de la descripción.

    ResponderEliminar
  3. Me parece que el primer párrafo lo cuentas en pasado y en el segundo te pasas sin razón a una narración en presente. Cuando hablas de un género musical no puedes decir que no es concurrido, porque obvio no lo es. Las que no son concurridas son las calles. De la mujer glamurosa de la que hablas sabemos muy poco y parece ser importante. Fíjate mucho en que es más importante tratar de describir con los hechos que con adjetivos.

    ResponderEliminar